domingo, 14 de agosto de 2016

Una carta que esperó mucho tiempo


Por razones de mucho peso, como son cuestiones de salud, nos hemos visto forzados a estar fuera de nuestro acostumbrado desempeño en las funciones de nuestro blog por un tiempo tan prolongado (para ser exactos poco más de un ano y ocho meses).  Aunque aun no nos encontramos en la total disposición de desempeñar el comprometido trabajo que hasta entonces hemos llevado a cabo para todos ustedes, seguidores de STANZA, con tanto esmero y dedicación, quisimos aprovechar la oportunidad que se nos presentó con la dedicación de una carta de alguien muy importante y especial para la vida de Benny.  Ustedes tendrán la oportunidad de juzgar este amable gesto de amor incondicional de Licha, la hija adoptiva de Benny, a quien Él ha amado con una profundidad e intensidad como solo Benny sabe amar.  Gracias a Licha por su demostración de amor y a ustedes por permanecer celebrando la vida con todos nosotros, aquí en STANZA.

Siempre nos unirán el amor y las cosas en común y tal vez lo diferente que podamos ser cuando estamos juntos. De la belleza de tus palabras te hablaré en sueños algun día...
Hola.  Me alegra mucho que estés bien.  Qué bueno saber que utilizas esta página para compartir palabras sabias con los demás.  Te escribo esta carta para mencionarte las muchas veces que no te traté de la manera en que me tratabas a mí.  Siempre fuiste especial conmigo y yo no valoré eso en el momento que debía.  Me siento un algo mal porque tuve muchos momentos para darte las gracias personalmente por todas las cosas lindas que hacías por mí y creo que nunca te lo dije.  Solo quiero que sepas que te recuerdo con alegría y que siempre estaré agradecida contigo por todos los consejos, tratos buenos y detalles que tengo tuyos.  Espero que podamos vernos algún día.  Dios te bendiga siempre, Benny.


Benny,
Esta nota la escribí un 9 de febrero de 2013, la guardé en un documento de Word que tenía en Dropbox.  La había escrito para enviártela por la página de Stanza, pero nunca me atreví a hacerlo.  Te la envío tal y como estaba escrita en ese momento.  Hace varios meses ando con una inquietud en el corazón, de escribirte.  Necesitaba que supieras algunas emociones que siento cuando te recuerdo.  Releía las tarjetas que en tantas ocasiones me enviaste, cumpleaños, graduación, conciertos de violín, navidad...  No había día que leyera una de tus tarjetas y terminara pensando si alguna vez supiste que significan tanto para mí.  Que cada palabra en esas tarjetas es un soplo de vida para mi alma.  Que en cada una de las líneas que me escribiste puedo ver el amor y el cariño genuino que me tenías.  Después de todo este tiempo, hoy puedo entender que mis logros tú los hacías tuyos también. Quizás me lo dijiste muchas veces y tal vez te oí, pero no te escuché.  Vine a escucharte después de varios años por medio de esas tarjetas que con tanto celo guardo en una caja.  Que en tus ojos podía ver la mirada de un hombre que me quería como una hija, un hombre que me brindó confianza y que sentía admiración por mi forma de ser.  De todas esas cosas, lo que más me importa es que sepas con seguridad que me siento agradecida con Dios, contigo, por tener la oportunidad de conocer a un hombre excepcional, de compartir con él mis alegrías y mis logros.  Te pido perdones aquella etapa de inmadurez y rebeldía.  Mi etapa de adolescente caprichosa que pensaba que el mundo entero había conspirado para estar en contra de ella y de sus deseos temporales.  Te pido, me perdones por cada momento que quizás pude haber atesorado mejor.  No es hasta que se es adulto y consciente que una empieza a darle valor a las personas que rodean tu vida, los detalles genuinos de la vida.  Te doy las gracias por cada asistencia tuya en momentos especiales de mi vida, por estar para mí y mi familia, por ese trato especial que siempre nos ofreciste.  Muchos recuerdos tuyos llevo conmigo.  Como aquella vez que me enseñaste lo que era "difuminar un color" y cómo hacerlo, aquella vez que fuimos al cine a ver Shrek y el burrito, aquella vez que me enviaste unas rosas amarillas a la escuela, aquellas veces que estuviste en mis cumpleaños en casa, aquellas veces que fuiste a mis conciertos de violín en Manatí.  Llevo todos esos recuerdos conmigo y cada vez que recuerdo otro momento no dejo de sonreír y dar gracias por tan hermosas experiencias de las cuales tu fuiste gran parte.  Oro por ti, por tu salud y bienestar, porque Dios nunca deja caer a sus hijos.  Te quiero intensamente.

Tu hija adoptiva, Licha